Una
mañana
¡Cuando mis labios
no puedan moverse!
¡Cuando mi pluma
deje de escribir
poesía!
Quedarán sentimientos sujetos al
aire,
que en notas preciosas
guardaba dentro del alma.
Subiré desnuda a mi nube,
satisfecha de todo el amor regalado.
Convencida de la hermosura
de experiencias vividas, y como un río
en medio del desierto,
así pasearé entre los dormidos.
Sentido de haberos amado así,
podría
decir que fueron momentos
de poesía viva,
y viví en un
pensamiento de humanidad.
Dios lejano nos dio la naturaleza
y nos hizo tierra, y nos hizo polvo.
Y nos unió en la montaña celestial.
Virginia
Rogríguez,
8-1-1012
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EL
RELEVO
En la vida y con trabajo
se cosechan muchas
cosas
y el tiempo va modelando
lo
que por nosotros pasa.
Sin damos razón
siquiera
días tras día son años,
que no tenemos en
cuenta
por mucho que meditamos.
Historias nos van
contando
los mayores cada día,
y el tiempo se va
pasando
con penares y alegrías.
Ya pasó la juventud
y el tiempo no ha
contado,
pero en mi haber ya lo tengo
el tiempo que he trabajado.
Ahora me han jubilado
ya me ha llegado el
relevo,
que esperaba yo algún día
y ese día ya lo tengo.
Ahora mayor y débil
sólo me fuerza el
Esplai,
donde tengo aún amigos
que
auxilian mi soledad.
De lo que yo siento
ahora
en mi casa, en un rincón,
ni
la tele, ni los libros
me alegran el corazón.
Suerte de tener
amigos
para aliviar mi tristeza,
ya que con ellos
comparto
alguna que otra alegría.
Jacinto
Solé
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ENTRE
FLORES
Las
sombras que se acrecen
apocan
del paisaje
dinamismo
y colorido.
Acariciar
parecen a los árboles,
acallando
de los trinos
su
desperdigado alborozo.
Unas
rodillas extenuadas
de
su postración sobre la hierba,
se
distienden, con la misma dificultad
que
halla un pez para volver al agua.
Recoge
sus avíos y tijeras
de
podas y de envolver con la rojiza tierra,
simientes
de unas flores
imitación
de otros días,
aquellos
en que su inocencia
recogía
con manos generosas,
Petunias,
Trinitarias, Margaritas,
sin
otra intención,
que
provocar en su abuela,
un
gesto de bienestar y bonanza,
y
hasta alguna lágrima,
como
gotas de lluvia
solemnizándose
sobre un cristal
por
donde la vida asoma.
Hoy,
su propia soledad
no
alberga nietos,
en
los que su pensamiento
pudiese
recrear correrías, besos,
alborozos,
o dádiva de flores.
Se
rinde su sonrisa triste,
oscurecida
ahora
por
las sombras y el silencio.
Ya
que no se oye de su interior
semejante
reclamo,
como
el que expresan las rosas
que
seccionadas por los tallos,
lamentan
sus alegrías perdidas.
El
sol va descendiendo
como
intentando resistirse,
y
ella se consuela
con
que tal vez mañana,
si
la limpidez del cielo lo permite,
pueda
volver a sentirse
paciente
y arropada,
por
aquella única tibieza.
Elena
Pini
(junio 2017)