-HISTORIA
DE LA POESÍA-
(revista Constancia septiembre 2018)
(revista Constancia septiembre 2018)
FRANCISCO
DE QUEVEDO Y VILLEGAS
(Madrid
14-09-1580 - Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) 8-09-1645)
Por
Daniel Martínez
Quevedo
nació en Madrid en
el seno de una familia de hidalgos provenientes
de la aldea de Vejorís (Santiurde
de Toranzo),
en las montañas de Cantabria.
Nació cojo, con ambos pies deformes y una severa miopía.
Su madre, María de Santibáñez, era dama de la reina, y su padre,
Pedro Gómez de Quevedo, era el secretario de la hermana del
rey Felipe
II, María
de Austria.
Quedó huérfano de padre a los seis años, de forma que le nombraron
por tutor a un pariente lejano, Agustín de Villanueva; en 1591,
además, cuando contaba once años, falleció su hermano Pedro.
De
precoz inteligencia, lo llevaron al Colegio
Imperial de la Compañía de Jesús,
en lo que hoy es el Instituto
de San Isidro de Madrid.
Estudió Teología en la Universidad
de Alcalá sin
llegar a ordenarse, así como lenguas antiguas y modernas. Es lugar
común que durante la estancia
de la Corte en Valladolid circularon
los primeros poemas de Quevedo que imitaban o parodiaban los de Luis
de Góngora bajo
seudónimo (Miguel de Musa) o no, y el poeta cordobés detectó con
rapidez al joven que minaba su reputación y ganaba fama a su costa,
de forma que decidió atacarlo con una serie de poemas; Quevedo le
contestó con una serie de terribles sátiras a Luis de Gongora
acusándole de ser un sacerdote indigno, homosexual, escritor sucio y
oscuro, entregado a la baraja e indecente. Quevedo, descaradamente,
violentaba la relación metiéndose hasta con su aspecto (como en su
sátira A
una nariz,
en la que se ensaña con el apéndice nasal de Góngora, pues en la
época se creía que el rasgo físico más acusado de los judíos era
ser narigudos). En su descargo, cabe decir que Góngora le
correspondió casi con la misma violencia, tachándole de cojo,
borracho ("Francisco de Quebebo"), contrahecho y mal
helenista:
Quevedo
acompaña al rey Felipe IV en viajes a Andalucía y Aragón, algunas
de cuyas divertidas incidencias cuenta en interesantes cartas. Por
entonces denuncia sus obras a la Inquisición,
ya que los libreros habían impreso sin su permiso muchas de sus
piezas satíricas que corrían manuscritas haciéndose ricos a su
costa. Quevedo quiso asustarlos y espantarlos de esa manera y
preparar el camino a una edición definitiva de sus obras que nunca
llegó a aparecer. Por otro lado, lleva una vida privada algo
desordenada de solterón: fuma mucho, frecuenta las tabernas y
frecuenta los lupanares, pese a que vive amancebado con una tal
Ledesma.
Quevedo
era un escritor satírico, pero él mismo también era objeto de su
misma crítica a través de un severo autocastigo psíquico de raíz
religiosa y existencial. Medita profundamente sobre el tiempo y busca
el consuelo de la filosofía estoica leyendo a Zenón
página 14
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de
Citio, Epicteto y Séneca;
en sus Salmos se
encuentra la expresión más acendrada de este anhelo de pureza
espiritual:
Un
nuevo corazón, un hombre nuevo / ha menester, señor, el alma mía:
/ ¡desnúdame de mí, que ser podría / que a tu piedad pagase lo
que debo!...
En
1643, achacoso y muy enfermo, se retira definitivamente en la Torre
de Juan Abad.
Es en sus cercanías (y tras escribir en su última carta que «hay
cosas que sólo son un nombre y una figura») cuando fallece en el
convento de los padres dominicos de Villanueva
de los Infantes,
el 8 de septiembre de 1645. En 2009, sus restos fueron
identificados en la cripta de Santo Tomás de la iglesia de San
Andrés Apóstol de la misma ciudad.
La
mayor parte de la producción poética de Quevedo es satírica El
cauce preferido para la abundante vena satírica de que hizo gala es
sobre todo el romance,
pero también la letrilla («Poderoso
caballero es Don Dinero»), vehículo de una crítica social a la que
no se le esconden los motivos más profundos de la decadencia de
España, y el soneto. Abominó de la estética del Culteranismo cuyo
principal exponente, Luis
de Góngora,
fue violentamente atacado por Quevedo en sátiras personales. Contra
la pedantería y obscuridad que le imputaba se propuso también
editar las obras de los poetas renacentistas Francisco
de la Torre y fray
Luis de León.
La
poesía amorosa de Quevedo, considerada la más importante del siglo
XVII,
es la producción más paradójica del autor: misántropo y misógino,
fue, sin embargo, el gran cantor del amor y de la mujer. Escribió
numerosos poemas amorosos (se conservan más de doscientos),
dedicados a varios nombres de mujer: Flora, Lisi, Jacinta, Filis,
Aminta, Dora. Consideró el amor como un ideal inalcanzable, una
lucha de contrarios, una paradoja dolorida y dolorosa, en donde el
placer queda descartado. Su obra cumbre en este género es, sin duda,
su «Amor
constante más allá de la muerte».
Quevedo
fue un feroz antijudío y su judeofobia quedó reflejada "en
todo tipo de escritos, incluyendo sus poemas satíricos" pero
fue "en los años de su lucha contra Olivares cuando
escribe sus dos textos antisemitas más importantes": Execración
contra los judíos y La
Isla de los Monopantos
(aunque
este último relato satírico no fue impreso hasta 1650, dentro del
libro La
Fortuna con seso y la hora de todos).
Poesía
La
obra poética de Quevedo, que está constituida por unos 875 poemas,
presenta ejemplos de casi todos los subgéneros de su época: poesía
satírico-burlesca, amorosa, moral, heroica, circunstancial,
descriptiva, religiosa y fúnebre. Aproximadamente, un 40 % de
sus textos son satíricos; si a ello se le añade el hecho de que
muchos de ellos circularon públicamente en vida del autor a través
de copias manuscritas, se explica la fama de crítico severo y mordaz
de su época con que se conoce, en parte, a Quevedo.
-
A un hombre de gran nariz
-
A una dama bizca y hermosa
-
Poderoso caballero es don dinero
-
A un médico
Prosa
Sueños
y discursos; El sueño de Juicio Final. El alguacil endemoniado. El
sueño del infierno. El mundo por dentro. El sueño de la muerte.
Novela
Historia
de la vida del Buscón llamado don Pablos.
Entremeses:
Bárbara, Diego
Moreno, La
vieja Muñatones, Los
enfadosos, La
venta, La
destreza, La
polilla de Madrid, El
marido pantasma, El
marión, El
caballero de la Tenaza, El
niño y Peralvillo de Madrid, La
ropavejera y Los
refranes del viejo celoso.
página 15
He admirado siempre a Quevedo y esta gran referencia que haces a este personaje me ha gustado sobremanera , por cierto hacía mucho tiempo que no le leía y he vuelto -al redil- y paso muy buenos ratos .Gracias , Daniel .
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